Volaron en mi cabeza. Saltaron de rama en rama. Llegado el
ocaso regresaron al nido de papel. He aquí este microcuento.
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Este es un microcuento; pasa que la paloma estaba apurada,
así que lo enrollé y amarré en su patita. Cuando les llegue disfrútenlo.
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Una vez tuve un microcuento con pánico escénico; nunca pudo
ser publicado.
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Ya vuelvo, voy a buscar un microcuento que se me escondió…
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¡Encontré el microcuento!, se había escondido porque sentía
vergüenza. Ahora hay que darle la vuelta para entenderlo mejor.
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Ya le di vuelta al microcuento. Pueden leerle esta cara.
Ahora esta vanidoso porque se sabe de doble lectura.
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Una vez escribí un microcuento que se cayó en un pozo ozo
ozo ozo ozo...
¡Ay_yy_, se me cayer_n dos letras de este micr_cuento!,
menos mal que eran de leche.
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Una vez escribí un microcuento tan chiquito que solo llevaba
punto final.
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Disculpen este microcuento enviado sin sello postal. Ha sido
culpa del filatelista. Habrá que desCartarlo.
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Este es un microcuento tan nervioso que entre cada palabra toma una bocanada de aire para poder continuar.
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Una vez tuve un microcuento tan exhibicionista que pretendía
que llamara a todos los periodistas y escritores del mundo en su presentación.
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Este microcuento se fue amarrado en un globo aerostático. Su
fuego me pone a volar.
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Este es un microcuento que nació mudo...
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Este microcuento lo escribió un bebé al teclado:
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